Hay un desconsuelo oculto
en las almohadas
escurriendo lánguido bajo
el cielo vespertino
bruñido de rosa y añil
alienta con leve latido un
sordo runrún
que amenaza inundar de
golpe con su zarpa fiera la realidad
el pastor lejano
los campos revueltos
huérfanos del ahora
y una sombra atenta
inmisericorde
bandido letal del
sentimiento que abona los sueños.
Extiende su capa la nada
al viento
el alma sonámbula aúlla al
vacío y el tiempo recompone su sonrisa
de miel y romero.
Un zumbido sordo crece
atenazando sin piedad el alma aterida
la terrible soledad avanza
y el cerebro sucumbe en la
nata negriverde que lo envuelve
nada queda salvo empuñar
el lápiz, arrancar la cuartilla
y verterme en palabras,
sombra y luz,
aceptación en calma de la horda
sangrante
que destila su lamento,
canto aislado y loco en
vértigo infinito
que al fin consigue
mitigar el espanto
que amenaza impúdico y
descarado con destruir
el bien forjado artificio,
ahora, me encuentro conmigo,
en silencio.
Puedo, me digo
abro la puerta
prendo la luz
y entro.
y entro.
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