Las ciudades en verano huelen a obra
a sombra recalentada
a peste de alcantarilla
a sudor añejo
a humores de pasión
a fritanga
a desgana
a rellano de escalera
a voces desalentadas
a títeres de madera
a cerveza fría
a noches sin estrellas
a sabanas desordenadas
a rastros de perros
a neumático caliente
a alcohol
a humo de cigarros
a vidas dislocadas
a calor.