jueves, 21 de diciembre de 2017

Maestros de obras


                                                      
                                                                   Construyen con sus manos

viviendas de lujo en el centro de la ciudad.

Rompiendo el día desembarcan

aguerridos guerreros del ladrillo

de la llana y la paleta.

 Dejan su calor de macho en celo impregnado

en el cemento y evocan, con sus cantos,

humildes hogares de piedra.

Despiertan el alba con sus gritos

y ofrecen impíos y descarados sus culos a la luna

que se balancea colgada en el amanecer blanquecino.

Residentes de extrarradio construyen para otros

lugares de ensueño, viviendas de lujo

a las que ellos nunca tendrán acceso.

Pasean su osadía por andamios y cornisas

y de vez en cuando asoman la cara bruñida en intemperies

desde el punto más alto del “Edificio Singular”


 (Según rezan los carteles de venta)


Y extienden su mirada de águila recorriendo el panorama que se abre a sus pies

en lo alto de la colina metálica que emerge en punta de lanza hacia el cielo.

Paisaje, que algún día, con suerte, quizás, contemplarán sus hijos.

 

(Piensan, sueñan)

 

Maestros artesanos, extraéis, con vuestro trabajo diario

la miel que alimenta a la reina

mientras los zánganos se aparean.

  Tras vuestro paso, ignorado por muchos, perviven por siglos los resultados.

Artífices de sueños amasados con sudor.

 Hoy, mi canto, es para vosotros, obreros de la construcción.