al giro de muñeca
vivencias
hechos
aconteceres.
La vida pasa
en una sucesión de fotogramas
permutados
por el giro del tiempo
frente al iris
que mira ensimismado
perdido en el ayer.
al giro de muñeca
vivencias
hechos
aconteceres.
La vida pasa
en una sucesión de fotogramas
permutados
por el giro del tiempo
frente al iris
que mira ensimismado
perdido en el ayer.
El desasosiego transita en hordas
aullantes
los espectros se escurren voraces.
Deambulan seres de todas las cataduras
desenrosca la serpiente sus anillos
multiplicada en mal.
Murmuran las alcantarillas ríos de
lágrimas
Las sirenas aúllan rompiendo la noche
y el dolor germina en soportales lóbregos.
Manadas de hombres apuñalan el silencio
el despertar del tormento esparce semillas
y la fuerza se desgarra en opiáceos
sueños.
De puertas afuera se desguaza la vida
deshojada la floresta por los gritos de la
ira.
De puertas adentro, serenidad, calma,
sosiego.
.
un vasito de alegría
medio kilo de entusiasmo
unos gramos de tenacidad
unas hojas de ilusión
un chorro de rebeldía
una pizca de realidad
angostura de valor
unas gotas de confianza
un ramito de locura
y fruta de la pasión.
imágenes
desteñidas diluidas en la retina del mañana.
Todo será recuerdo,
memoria
fugaz.
Pasado.
Todo pasado.
Aprehender en un instante el vértigo, la entrega
guardar encerrado en el cofre del mañana
el arrebato intrépido que alcanza cúspides
vertido en mí.
Tu aliento feroz recorre la inmensa llanura
en aullido legendario que abarca estrellas.
Somos más que el trepidar salvaje
que sacude en escalofrío la piel
más que el encuentro tórrido entre sábanas de seda
más que el deseo que estalla vertiginoso en el encuentro
embriagados del olor de nuestros cuerpos.
Plenos en la plenitud de un todo
cuerpo y alma, voluntad y cerebro
cobijados en ternuras
desordenamos el tiempo.
Se
me ha puesto seria el alma entre orvallo y brumas de silencio que ruedan loma
abajo manchadas por el verde del camino.
Es de atardecida cuando rola el viento de poniente estrellándose en las nubes que aplastan los sueños.
Se arrastran, mortecinos, los gritos de las niñas abandonadas a su suerte y una campana monótona llora su desconsuelo, hora tras hora, gota a gota, acompañando el duelo.
La rabia se suma al dolor y el dolor a la impotencia. Tristeza, todo es tristeza.
planea tu sombra de ámbar.
Recogidas las huellas de tus pasos
en el deslizar suave del viento.
Aposentas
el roce de tus manos
viajeras sobre mi cuerpo,
remontas barreras
y te haces luz para mí.
Las angostas laderas de la realidad
descarnan tu esencia bruñida al sol
te estremeces, envuelto en mis brazos
cadenas de tiempo y olvido.
Desde donde el alma duele
en los albores del universo
vibras desnudo de ti
y acometes la última embestida.
Fuego y vértigo
viertes tu semilla profana
agua y barro
forjando amaneceres.
Tiemblo aterida entre tus brazos
cerco de niebla que aleja realidades
me zambullo en el latido de tu voz
que deshace en su cercanía los miedos.
Cobra significado la vida al compás
de tus deseos, múltiplo de dos
y el tiempo detiene su marcha
dormido entre tus labios.
Cada cual arrastra su cadena de cadáveres ungida a los pies.
Cada quién enarbola banderas de supervivencia gritándole a la nada.
Huéspedes forzosos del mundo gris que extiende sus miserias.
Islas en el mar de la soledad.
Briznas de hierba en la pradera insólita de la vida.
Islas.
Distancia, fue el nombre
Lejano, el apellido
el resultado. Indiferencia.
Se
me ha escapado entrelazado con el espacio inexistente del embozo plegado al
borde de la cama el último verso no escrito.
Desdibujado en la penumbra ha impreso su huella en los surcos de mi frente encadenando palabras susurradas al oído en la noche gigante.
Se ha escapado el poema aun no escrito por la pendiente del alma. Anclado por el frío tiembla perezoso retozando en el cerebro.
El
cuerpo, laxitud total, no responde. Las ideas montadas en brioso corcel
cabalgan desbocadas en las sombras
Nada.
Un leve cascabeleo trepida a través del alba. Humo fundido en la noche.
Nada.
Ahora que el cielo desabrocha a golpes de luz las nubes
que
el mañana se hace día brincando adormecido entre las sábanas
y el
ayer se abandona en el país nebuloso de los sueños
aprieto
en el alma racimos de dicha
tomo
impulso y me proyecto vértebra de luz
para
darle sentido a la vida.
En los albores del día empuñas las armas
y
partes a la contienda
corazón
y cerebro en punta de lanza,
vibra
en metálico la puerta tras tus pasos
como
clarín de bronce que alienta tu batalla,
enaltecido, te enfrentas, a la lucha discontinua
que
rompe esquemas,
y
haces honor a tu blasón esgrimiendo coraje y osadía
Dejas, en
incontables escaramuzas, la piel, en busca del triunfo.
Al finalizar la tarde, vuelves, abandonado de ti,
huella
esquiva en peldaños de madera.
Mañana será diferente.
No quiere decir por eso que desaparezca
simplemente me oculto.
La
luz brillante, la blancura inmaculada
la candidez intocable del alma
persiste,
está, es. Soy.
A pesar del nubarrón oscuro
que opaca, engañado por el aparente
espejismo de la falta de luz.
Permanezco.
Simplemente, me sumerjo en la placidez
evadiendo sinrazones.
Las ciudades en verano huelen a obra
a sombra recalentada
a peste de alcantarilla
a sudor añejo
a humores de pasión
a fritanga
a desgana
a rellano de escalera
a voces desalentadas
a títeres de madera
a cerveza fría
a noches sin estrellas
a sabanas desordenadas
a rastros de perros
a neumático caliente
a alcohol
a humo de cigarros
a vidas dislocadas
a calor.
¡Qué silencio! Por los cerros
no había nada que turbara
el canto de los grillos nuevos.
El último sol de la tarde
caía en el verdinegro
de las ramas de los pinos
y el agudo grito de los pájaros
iba muriendo en la suave
quietud temprana del ensueño
que envuelve todas las cosas
cuando llegan los luceros.
En los cielos había paz
en la tierra, sosiego.
Nada rompía la calma
de nuestros dulces recuerdos.
¡Qué silencio había en el monte!
¡Qué silencio! Por los cerros
no había nada que turbara
el rumor de nuestros besos.
es inevitable
escapar a rincones oscuros
tú y yo
cadencia y melodía
alma y piel
expuestas
temblando al
ritmo del son.
Echo de
menos la guaracha y el danzón
la picardía
y el éxtasis
la luz,
extendida hasta el infinito.
Contigo escaparon las sombras
y se
hizo el amor desvarío.
Por eso
es inevitable
echar de
menos la huida
al
compás del balanceo.
Música en
armonía
cuerpos en delirio.