Aprendimos a destrenzar amarres
aprendimos a desligar los lazos
aprendimos a deconstruir planes
Nuestras pieles se extrañaron
nuestros ojos, nuestros cuerpos
y aprendimos a sentarnos frente al televisor
echando de menos otras miradas.
Aprendimos a caminar
con las manos en los bolsillos
sin hablar, salvo, con el pensamiento.
Aprendimos a hacer la compra en solitario
con el único propósito de tener alimentos
dejando en los estantes lo que nos hacía felices.
Aprendimos a dormir a lo largo y ancho de la cama
sola, para nosotros. A no compartir ideas
a no escuchar susurrado en el oído un, buenas noches
Aprendimos a no abrazarnos, como nos abrazábamos
como si no hubiera un mañana, aprendimos
a escuchar el silencio vacío de palabras
escurriéndose por las paredes.
Aprendimos que lo que es nuestro hoy
de golpe desaparece. Sin aviso, de un plumazo
y a cambio, pudimos leer hasta altas horas de la madrugada
Pudimos hacer lo que queríamos en nuestras largas horas
Salir y entrar cuando nos vino en gana
sin que nadie nos marcase el horario
y andar al ritmo que se nos antojara.
Pudimos recuperar la libertad
pagando el precio con la moneda de la soledad.
Y nos acostumbramos, sí
no cabe duda. Nos acostumbramos.
En ese volar vertiginoso de la vida, una mañana
una noche, un día, en una buena hora
nos dimos cuenta de improviso
nuestro ánimo había cambiado.
Fuimos entonces capaces de disfrutar
Fuimos capaces de disfrutar
y la complicidad de las horas
Sí, no cabe duda
Aprendimos.
Aprendimos a destrenzar amarres
a desligar lazos
a deconstruir planes
y a cambio, descubrimos, ahítos de dicha
como forjar sueños nuevos.