Mi cama
pequeña y recoleta
acoge mi cuerpo cansado
abrazo tibio de algodón
que ciñe mi carne
cálido tacto que
incita al relax
al descanso
dulce placer
placer sencillo.
Antes de sumergirme en el sueño
te invoco, amor y, voy a tu encuentro.
Mi cama
pequeña y recoleta
acoge mi cuerpo cansado
abrazo tibio de algodón
que ciñe mi carne
cálido tacto que
incita al relax
al descanso
dulce placer
placer sencillo.
Antes de sumergirme en el sueño
te invoco, amor y, voy a tu encuentro.
Son mucho más gratas las caricias que los pescozones
el abrazo que la
frialdad
más dulces las palabras
que los gritos.
Más hermoso entenderse
que confrontar
más dulce abrir caminos
que enterrar ilusiones
más hermoso vivir en
armonía y seguridad.
Las caricias seducen
el abrazo protege
las sonrisas despiertan la
vida
la generosidad nutre
los corazones
y, nada, es comparable
al amor
cuando es amor de verdad.
Hueles a hogar, como el pan y la lumbre
a
leña recién cortada, a espiga verde de trigo
a
mañana, a siemprevivas, a esparto, a canción.
Tus
movimientos cadenciosos despiertan auroras
una
estela de luz acompaña tu paso y el alma
se
alboroza con tu mirada, duende del alba.
Hueles
a espiga y a trigo, a hogar, a lumbre
a
tierra mojada, a papel, a chocolate y a bruma
a
pan recién horneado y tus manos, cobijan la luna.
Decirte amor, nombrarte
presentirte,
convocarte,
la noche se abre
en canal
para darte
entrada.
Tus brazos
cálidos
amarran mi
cintura
tu lengua, tu
boca, tus manos
recorren mi
cuerpo y todo
me urge a vibrar.
Paloma blanca de
luna
palpitando entre
tu cuerpo
hecha arcilla y
pasión
en el baile de
tus dedos.
Marcan el ritmo
los pulsos
y la música
resuena
latiendo como un
tambor
en la sangre de
las venas.
Desfibrilando cadencias
expandimos
calenturas
y la noche se
hace inmensa.
El ataque bravo
febril el
comienzo
batalla dulce de
los cuerpos
que se acoplan
como el agua a la mar
como la brisa al
viento.
La sonrisa bate
y bulle
campana loca
que llama a
arrebato
en la noche sin
sueño.
Llegas, y sin
poder evitarlo
te apoderas del tiempo
invadiendo la
estancia
donde anoche
batimos el cobre
haciendo
realidad los sueños.
Decirte amor,
presentirte
nombrarte,
convocarte.
La noche abierta
en canal
se columpia
entre mis dedos.
No tienes que estar demostrando
lo que sabes
ni dando lecciones
que no interesan a nadie
ni pretender ser
el que más experiencia tiene
de todo.
Los yo he sido, los yo fui
destruyen el presente
para vivir de un pasado
que no alimenta
que no construye
polvo y ceniza
barrido por el viento.
No hace falta
estar enseñando
lo grande que eres
lo que sabes, lo que fuiste.
Mejor, construye
cada día, lo que eres
quien más sabe, menos presume
cuanto más grande, más humilde
cuanto más sabio, más pacífico
más centrado en uno mismo.
La controversia engendra controversia
vivir vidas ajenas desgasta
destruye la propia
cuanto más grande es uno
más pequeño se hace
más se difumina
más se aparta de lo que no aporta
crecer es menguar
y dejarse de tonterías
del yo fui, el yo he sido
ese que nunca volverás a ser.
El que eres ahora
es el que importa
lo que haces, lo que construyes
lo que sueñas, lo que vives
lo que alcanzas.
Todo lo demás es polvo
barrido por el viento.
Una vez más varada
una vez más estancada
en el tiempo que no existe
miles de días de aislamiento
forzoso, impuesto, letal
forjaron su torpeza
salió como el toro a la plaza
sin prevención, sin reservas
no vio la espada en el burladero
no vio las banderillas de fuego
ni al picador en su montura
ni escuchó el rugido
que le alertó del peligro.
Se lanzó ciega hacia el desastre
que se cernía sobre ella
trotando alegre, confiada
indefensa
cuando sintió el castigo
sobre su alma maltrecha
fue tarde para escapar
el cerco se había cerrado
ahora, busca, incansable
el punto de fuga.
Saber que discurrimos por la misma senda
sin presiones,
sin obligación
sin nadie que
nos marque márgenes
por decisión propia, por puro disfrute.
Nada que
ocultar, nada que esconder
sin desconfianzas.
Las fronteras
desaparecen
el mundo se
expande
las tinieblas
dan paso a la luz
el camino se
allana y se cubre de amapolas
que enjaezan,
quietud y calma
el discurrir de
los días.
y cobijar mi cabeza en tu pecho.
Me gusta sentir tu latido y percibir la caricia de tu aliento
acompasado
con el mío.
Me gusta que tu mano dirija mis pasos, que la noche
acorte su vuelo y el mañana baile en tus ojos.
Me
gusta que el silencio sea cómplice de la palabra
y
la palabra cómplice del entendimiento.
Me
gusta dormir en tus brazos, traspasar la barrera del sueño
y
despertar henchida de ti.
Me abrasa el sol, el sol
carnal y lascivo extiende
sus brazos de llama
desliza sus manos
deposita su peso
de amante entregado
acaricia con besos de fuego
y deja huellas de
luz
sobre cada rincón
de mi cuerpo.
Soy
culpable amor de hurtar miradas a la vida
de apagarme detrás de las estatuas
de extender tu libertad al viento
de separar tiempos compartidos
de violentar mi propio deseo.
Soy culpable amor de rebelarme
y asumir distancias propiciadas
para darte la oportunidad de ser tu dueño.
Dueño de tu serenidad y mi desconcierto
dueño de tu vida y tus deseos
pleno en ti, entero.
Me confieso culpable, amor
de separar tiempos compartidos
sin violentar mi propio deseo
de asumir distancias propiciadas
de extender mi libertad al viento.
Busco al río desde esta tórrida ciudad de cemento y ladrillo
brazo húmedo y largo serpenteando entre colinas
verde frontera, abrazo fértil, que fecunda las tierras.
Anhelo el vapor impregnado en el aire
la brisa suave que despeja la frente
los largos prados dormidos en las montañas.
Persigo, en la tórrida ciudad del lamento vespertino
entre olas de calor y angustia, un espejismo.
Sueño con tus brazos ciñendo mi cintura
con el olor de tu cuerpo metido en las neuronas
con el dulce acento de tu voz plagado de matices
resuenan tus palabras en mis oídos salmo y melodía
percibo el latido de tu corazón en la noche callada
donde la ausencia nace como una flor maldita
y tu nombre se borra de todos los calendarios.
La piel de tus montañas se refleja
sobre el verde de los prados
que alfombran tus veredas.
Paz destilada en gotas de querencia
alma cántabra acogedora y dúctil
arrebolada en el perfil señorial
de tus casas montañesas.
Valles pasiegos orlados por las aguas
que cimbrean tu cintura.
Vida y luz, sosiego y embeleso,
salmodia la de tu tierra, hecha placer y alimento
Cantabria, la del amor, la del silencio.
Pertenezco
al tiempo
al minuto
al instante.
Mi vida
se desliza
por las paredes
del alma.
Soy
aquí y ahora.
Rasgueo
de guitarras
canciones que amansan la vida
esperanzas, risas de niños
alegría en el alma.
Amanece un nuevo día
al compás de la lluvia blanda
que limpia las calles
Me
enseñaron a hacer las cosas bien.
Yo lo aprendí con ganas.
Me enseñaron a pensar en los demás
a anteponer la felicidad ajena
a la mía propia.
A devolver bien por mal
a evitar enfrentamientos.
Junto a eso me enseñaron
a defender mis derechos.
A no dejarme atropellar.
A ser tenaz, consecuente
honrada, legal, justa.
Y yo lo aprendí
lo aprendí con ganas.
El mundo no tardó, después
en mostrarme su otra cara
y tuve que desarrollar
mis armas personales
mis propias estrategias
para subsistir en la lucha
sin renunciar a mi esencia.
Para no caer en las trampas
que me tendía la vida.
Para seguir siendo yo.
Para mantenerme alerta.
Alguna vez llegué a pensar
si habría recibido
las mejores enseñanzas
para habitar esta Tierra.
Con el paso de los años
me he ido dando cuenta
de que los valores que atesoro
son mi verdadera fuerza.
Lo demás no importa.
Allá cada cual con su conciencia.
Me joden las etiquetas
Todavía no me conoces
reconoces, amor.
No tienes que buscar
pretextos ni
excusas.
No tienes que ponerte a cubierto
de supuestos agravios.
Infundados motivos no alteran
mi ánimo.
No creo fantasmas donde
no existen sombras.
No busco confrontaciones
de sexos.
Soy desde que me
conozco
un alma libre
que ignora los
subterfugios.
Blanca y ancha me abro a la vida.
Brindo, en correspondencia
a quien me acompaña
confianza y entrega
transparencia y libre albedrío.
Pretendo, tan sólo, las
mismas
reglas de juego
para disfrutar juntos
de la travesía.
Si es de tu apetencia,
acompáñame.
Si no lo ves claro
prosigue tu marcha.