viviendas
de lujo en el centro de la ciudad.
Rompiendo el día desembarcan
aguerridos
guerreros del ladrillo
de
la llana y la paleta.
Dejan su calor de macho en celo impregnado
en
el cemento y evocan, con sus cantos,
humildes
hogares de piedra.
Despiertan el alba con sus gritos
y
ofrecen impíos y descarados sus culos a la luna
que
se balancea colgada en el amanecer blanquecino.
Residentes de extrarradio construyen para otros
lugares
de ensueño, viviendas de lujo
a
las que ellos nunca tendrán acceso.
Pasean su osadía por andamios y cornisas
y
de vez en cuando asoman la cara bruñida en intemperies
desde
el punto más alto del “Edificio Singular”
(Según rezan los carteles de venta)
Y extienden su mirada de águila recorriendo el panorama que se abre a sus pies
en lo alto de la colina metálica que emerge en punta de lanza hacia el cielo.
Paisaje,
que algún día, con suerte, quizás, contemplarán sus hijos.
(Piensan,
sueñan)
Maestros
artesanos, extraéis, con vuestro trabajo diario
la
miel que alimenta a la reina
mientras
los zánganos se aparean.
Tras vuestro paso, ignorado por muchos, perviven por siglos los resultados.
Artífices de sueños amasados con sudor.
Hoy, mi canto, es para vosotros, obreros de la construcción.
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