Que se calle ese gallo que despierta los sentidos.
que no alborote el pulso con su kikirikí insolente.
Que vuele lejos con sus cortas alas y sus largos sueños
que la tarde no se abra en canal, que no trepide la
vida.
Que el cuerpo no reclame su parcela de amor
y el viento se aleje con su ofrenda caliente.
Que se calle ese gallo, que no la deja dormir
y despierta incansable el temblor de su sexo.
Él, a su lado, duerme.
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