infinitas figuras que caminan
aleluya de muchas almas aisladas, juntas
grito que estremece el alma.
Muchos, o tres, o dos, o uno,
somos almas solitarias
unidas a través de la distancia.
infinitas figuras que caminan
aleluya de muchas almas aisladas, juntas
grito que estremece el alma.
Muchos, o tres, o dos, o uno,
somos almas solitarias
unidas a través de la distancia.
Qué juego entre sombras viene a la memoria que centellea fugaz en el gesto goloso de la lengua perdida en el tiempo donde escurría su deseo en la maraña desarbolada del cuerpo rendido a su avance letal.
Qué miríadas de acometidas salvajes cabalgan en el ademán inconcluso que inadvertidamente muta la ingravidez del rostro donde vuelcan los años su esclusa de errores y hastío en la observación despierta del instante que no le pertenece.
Qué
para que me busques
para que sientas la sed de la ausencia
y repiquen las campanas al vuelo
y te ausentes y me ausente de nosotros
como en un juego de luz y de sombras
de amor y consuelo.
Te voy a dejar de querer un rato
y a la vuelta de la esquina
cuando anhelante me busques
¡te voy a querer de nuevo!
como
al sueño errante
que
se pierde
en
el recuerdo.
Te
sigo
te
persigo
te
cerco
amor
latente
amor
eterno
amor
fugaz.
Tus
ojos espejo
tus
labios anhelo
tus
manos
tu
cuerpo
tu
rabia y mi rabia.
Hoy la muerte se pasea por las calles
en contraste con el sol calcinante del
estío
se ha instalado a hurtadillas
al desgaire se ha dejado caer
sobre la presa elegida.
Se pavonea orgullosa y en silencio
nos muestra su conquista
el rostro macilento, la mirada perdida
la piel opiácea que espanta la vida.
Dislocada mira con sus cuencas vacías
la figura vacilante, la sombra de la
sonrisa
que inútilmente quiere ganarle terreno
al gesto huido, que hecho un todo
con el olor a Parca, ensombrece la
avenida.
Tristes figuras que saltan desde el
verano florido
al borde del precipicio, huestes
marcadas
por el sello indeleble que señala su
destino.
Hoy la muerte se pasea por las calles.
Yo, la he visto.
Me gusta el amor
a cara descubierta
los cuerpos al aire
envuelto en luz
enlazados tú y yo
sin tinieblas
embriagados yo y tú.
El sol jugando
entre tu pelo
y mi sonrisa
piel de terciopelo
caliente.
¡Al aire! ¡Al aire!
Que no se oculte
amor, mi amor
el torbellino loco
el gesto anhelante
de tu boca
que busca mi boca.
Tus manos
que al fin
reposan
dormidas
descuidadas
sobre mi cuerpo.
trago
largo de envites y retos
acometida
suave que borra las huellas
insondable
negrura en noches sin luna
coloso
gigante
amante
inconstante que olvida caricias
y
embiste feroz sin piedad ni memoria
voraz
enemigo
cruel
y traicionero
siembras
espanto y dolor.
Dulce
canción que acuna los sueños
sonrisa
que brilla con el bamboleo
meciendo
en las olas tu grato recuerdo
imán
poderoso de brazos atentos
leal
compañero
delirio
y deleite que aprieta con furia
y
acaricia luego con manos de niño
fecundo
aliado
noble
y compasivo
engendras
placer y pasión.
La
mar
Destino
Principio
y fin.
Barrio.
Cementerio poblado de espacios vacíos.
Errantes los recuerdos, huyen en loca danza
espantados de sí mismos
y la razón no basta para darles alcance.
Ahueca su mundo de mentiras
en el níveo blanquiazul de la mañana
y el tiempo no basta para ahuyentar fantasmas.
Asoma el viento su nariz de plata
y arrebata con su loca danza la absoluta certidumbre
del hecho consumado que borbotea gélido en el corazón.
Ando perdida por mi
ciudad
recorriendo el mismo
barrio
el mismo suelo
la misma gente
me miran las ventanas
con guiños cómplices
guiños secretos
saben que he vuelto.
Atrás quedó el verde,
verde
yo no lo quiero.
hoy vuelvo al suelo
gris
yo soy de asfalto.
Yo soy de asfalto
y taconeo con mis
zapatos
por las aceras, por las
callejas
por calles sucias,
empercudidas
abarrotadas,
arrolladoras.
Luces de colores que me
alucinan
que me sumergen en la
ciudad.
Yo soy de asfalto.
Me gusta sentir tu
latido
palpar tu esencia
con los sentidos
mezclada entre la gente
anónima y perdida
en el reguero
interminable
calle arriba, calle
abajo
hundida en ti.
A trompicones por las
aceras
sin darle vueltas a la
cabeza
porque estás llena de
sensaciones
luz y sonidos.
Mil tentaciones que nos
atrapan,
escaparates iluminados,
mil bares para echar un
trago,
salas de cine, salas de
fiesta
pasos de cebra que nos
acercan
al otro lado.
Palpita tu corazón
salvaje noche y día
y me fascinas.
Yo soy de asfalto.
Dejo a los otros la
tontería
del verde, verde
del aire puro
la fantasía está aquí.
Tú. ¡Hazme caso!
Si eres de asfalto y te
raptaron
¡Vuelve a Madrid!
ajenos al mundo
nuestros cuerpos enredados
pecho contra pecho
latiendo acompasados
bloques de granito y
agua
lazos de acero y espuma
Abrázame con tanto anhelo
que traspase el borde
del abismo
y salte ingrávida a tu
lado
sintiendo el pulso en
tus latidos
vibrando sin pudor
entre tus manos
Hierro y arcilla
nuestros cuerpos
enredaderas de agua
nuestros brazos
nido y bastión el
hombro acogedor
que arrulla la cabeza
trastocada
acunando en suave roce
la cara junto a la
cara.
de Oriente a Occidente
de Sur a Norte
bajo el cielo estrellado
cómplice arrebatado del silencio
que se acurruca insomne
partícipe de nuestra locura
por las angostas calles madrileñas.
y al din don de los
cencerros
iban las vaquillas tristes
hacia el establo
volviendo
La luna, por ser más
luna
salía luna llena en el
cielo
y el agua de los
remansos
gota a gota iba
cayendo
Los grillos cantaban su
canto
como tenores del
sueño,
y el viento medio
dormido
moría entre los
árboles secos
Una cruz triste,
monótona
allá lejos, era señal
de que un día
un vivo dejó de serlo
Oculta entre el verde
de los árboles
escuchaba el din don
de los cencerros
la mano sobre el
corazón, con miedo
que al recordar esa
tarde
ya no estuviera viviendo.
semejante el sonido al estallar los besos
la leve caricia
el ademán envolvente…
idioma común ajeno al color y la raza
indiferente al país y al origen
se abre camino el amor
libre
aislados del entorno
la mirada prendida
la voz resbala al oído
lo que sólo el otro entiende
lenguaje universal de todos los pueblos
en el ancho horizonte que habita la Tierra.
escurriendo
lánguido bajo el cielo vespertino
bruñido
de rosa y añil, alienta con leve latido
un
sordo runrún que amenaza inundar
de
golpe con su zarpa fiera la realidad
el
pastor lejano, los campos revueltos
huérfanos
del ahora y una sombra
que
atenta inmisericorde, bandido letal
del
sentimiento que abona los sueños.
Extiende
su capa la nada al viento
el
alma sonámbula aúlla al vacío y el tiempo
recompone
su sonrisa de miel y romero.
Un
zumbido sordo crece atenazando sin piedad
el
alma aterida, la terrible soledad avanza
y
el cerebro sucumbe en la nata negriverde
que
lo envuelve. Nada queda salvo empuñar
el
lápiz, arrancar la cuartilla y verterme
en
palabras, sombra y luz, tafetán y espada
aceptación
en calma de la horda sangrante
que
destila su lamento, canto aislado y loco
en
vértigo infinito que al fin consigue
mitigar
el espanto que amenaza impúdico
y
descarado con destruir el bien forjado artificio,
ahora,
me encuentro conmigo, en silencio.
Puedo,
me digo, abro la puerta
prendo
la luz y entro.