Días de algodón alfombran el paisaje
dulcificando
la vertiginosa siembra
la
luz se tamiza en un juego de niños
y
lame los edificios con su lengua de azúcar.
Nada
más parecido a un embeleso que estar entre las nubes
enredados
en sus volutas de sueños y posibilidades
cubriendo
el futuro con vestidos de amaneceres brillantes
dejando
deslizar las horas en el baile pizpireto.
Es
la danza de la vida, el presente que nos acuna
y
nos amamanta con su leche caliente de abrazos dispersos.
Es
la aurora del mañana que calienta los motores
imágenes
de añoradas certidumbres levantando el vuelo
Todo
se hace esperanza y extiende sus ramas al cielo
creando
la concupiscencia con los dioses, en aras
de
un mundo más nuestro, claman voces en el desierto
y
la batalla del día por ganar, comienza de nuevo.
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