Me
enseñaron a hacer las cosas bien.
Yo lo aprendí con ganas.
Me enseñaron a pensar en los demás
a anteponer la felicidad ajena
a la mía propia.
A devolver bien por mal
a evitar enfrentamientos.
Junto a eso me enseñaron
a defender mis derechos.
A no dejarme atropellar.
A ser tenaz, consecuente
honrada, legal, justa.
Y yo lo aprendí
lo aprendí con ganas.
El mundo no tardó, después
en mostrarme su otra cara
y tuve que desarrollar
mis armas personales
mis propias estrategias
para subsistir en la lucha
sin renunciar a mi esencia.
Para no caer en las trampas
que me tendía la vida.
Para seguir siendo yo.
Para mantenerme alerta.
Alguna vez llegué a pensar
si habría recibido
las mejores enseñanzas
para habitar esta Tierra.
Con el paso de los años
me he ido dando cuenta
de que los valores que atesoro
son mi verdadera fuerza.
Lo demás no importa.
Allá cada cual con su conciencia.