resbalando por las piedras
en el aire hay guitarras
y en la noche estrellas.
Granada vela en sus cuestas
en sus calles empinadas
en el suspiro doliente
de una nota desgarrada
que hace estremecer el alma
del que sueña con Granada.
Granada, virgen y pálida
entre alamedas tristes
entre rosas y cascadas
de agua pura, cristalina
que lame la piedra casta
del Alhambra al Generalife
del Generalife al Alhambra.
Un vergel de mil colores
un tapiz de filigrana
cante jondo que penetra
en la piel y en las entrañas.
Una suavidad de nieve
que viene como quejándose
con un canto de cautivo
desde la Sierra Nevada.
Murmurar de llantos moros
y de sonrisas cristianas,
mezcla de fuego y de sangre.
El Albaicín a lo lejos
corona a la reina, esclava
que fue en un día
de moros que la adoraban
que con mimo y con locura
de guerrero enamorado
fueron cuajando de flores
de jardines y de cantos
la nevada tez serrana
de aquella su Granada.
El Darro para escoltarla
resbala y canta en torrentes
desgastando tierra y piedra
para acercarse a su alma.
Alamedas siempre verdes,
ojos que son puñaladas
al reflejarse en los tuyos
pájaros, agua,
serenidad, arrogancia.
En esta noche tranquila
serena, como las tuyas
con mil estrellas de plata
reflejándose en el cielo
y en mi cabeza
las notas de una guitarra
siento una pena tan honda
que quisiera convertirme
en hoja, en flor, en agua
que volara hechizada
a rendirte tributo en silencio
Granada.