Los libros
que no se leen son
sarcófagos
de palabras muertas.
Yo por mí, voy así, feliz con mis pensamientos
sin ningún sonido que estorbe el silencio.
Yo por mí me quedo prendida en las rayas del camino
y en el amarillo pardo que colorea los campos.
Yo por mí me columpio en las ideas que bullen en mi cabeza
y
arropo la longitud lejana del horizonte con tu nombre.
Yo
por mí despejo los ruidos que asaltan a diario
la
libre circulación de las neuronas bañadas en luz.
Yo
por mí voy así, percibiendo el roce de tu cuerpo
sintiendo
el gozo de tu alma y el respirar suave del tiempo
Yo
por mí, voy así, contigo a mi lado paladeando el momento
que
hoy en un alarde de complicidad, nos ha reunido de nuevo.
se vuelcan
los sueños
en los espacios
sin nombre
de la noche.
Crecen ambrosías
en las mieles
del pensamiento
y el alma
se expande en
luz
adivinando
horizontes.
Todo y nada
en un pestañeo
sutil
que nos
envuelve.
Me
enamoro cada primavera, su despertar me contagia y me hago temblor, fuego,
exaltación de los sentidos, deseos de aventura. Recorre mi cuerpo el viento
blanco que llega desde la sierra y rompe el maleficio. ¡Sí! ¡Me enamoro cada
primavera! No importa cuantas sean las que lleve sobre este planeta, mi esencia
vibra con la llamada ancestral de la tierra. La pasión se extiende a mi
alrededor y yo palpito con ella.
Me enamoro, con cada primavera
despierto en arrebato de campanas
estallo como las flores y las aves
que sacuden la piel adormecida.
Me abro al prodigio
de la naturaleza
como un torbellino, sacudo cimientos
destierro el polvo de los rincones y
agito las bridas nerviosas del tiempo.
Robo caricias que
inundan espejos
copulan las ansias en locos abrazos
estallan encuentros en la plenitud
que rompen el frío y abrigan los sueños.
Me enamoro cada primavera
y en cada primavera, encuentro
tu aliento, libando, como un dulce
almíbar, de la fuente de los besos.
Tanto
empuje, tanta fuerza,
tanta
infinita alegría desbordada
en
cántaros de paciencia.
Tras la tormenta llega la calma,
tras la incertidumbre y el desconcierto
llega la certeza inequívoca
del algún día lo tendremos.
Se
restauran los puentes
sobre
acantilados de silencio
retornan
lo brazos amados
mostrando una vez más
que todo es posible.
La felicidad envuelve
las horas desgastadas
del invierno, por encima
del mundo se despliega
en raudo cortejo, la esperanza.
Juntos recorremos
los caminos del recuerdo
para llegar al ahora
que cimenta nuestros sueños.
A tu lado se deslizan
los días, suaves y dulces
como la sonrisa
de un niño dormido.
Me pide la sangre saltar a la calle
y
balancearme al compás del aire.
Me
pide la piel que alguien la abrace
y
sentir el temblor de los ángeles.
Me
pide la vida correr a tu encuentro
y
volar libres por los horizontes nuevos.
Me
pide el corazón desterrar los miedos
esculpir
sonrisas, abarcar senderos
destruir máscaras y contemplar el rostro
limpio de estorbos, la sonrisa al viento.
Me
urge la impaciencia remontar las cumbres
escuchar
el rugir de las olas y alcanzar la playa
para enterrar en su arena los dislocados recuerdos
de este tiempo baldío donde nos han sumergido.
Con
la inquietante certidumbre de que mañana
nacerá
otro día semejante para apretar los puños
limpiar
la mente, despejar neuronas y arrancar
la
sonrisa, a dentelladas si es preciso.
Y
a pesar, a pesar de todo lo sucedido,
conservo
la imprescindible cordura de los necios.
Pero,
te juro por mi sangre, que hoy la piel me pide
saltar a la calle sin barreras ni frenos y correr libre
desnuda
en cuerpo y alma descerrajando luceros.
Días de algodón alfombran el paisaje
dulcificando
la vertiginosa siembra
la
luz se tamiza en un juego de niños
y
lame los edificios con su lengua de azúcar.
Nada
más parecido a un embeleso que estar entre las nubes
enredados
en sus volutas de sueños y posibilidades
cubriendo
el futuro con vestidos de amaneceres brillantes
dejando
deslizar las horas en el baile pizpireto.
Es
la danza de la vida, el presente que nos acuna
y
nos amamanta con su leche caliente de abrazos dispersos.
Es
la aurora del mañana que calienta los motores
imágenes
de añoradas certidumbres levantando el vuelo
Todo
se hace esperanza y extiende sus ramas al cielo
creando
la concupiscencia con los dioses, en aras
de
un mundo más nuestro, claman voces en el desierto
y
la batalla del día por ganar, comienza de nuevo.
La clave de la felicidad se esconde
en
la línea de una sonrisa
en
la quietud del alba
en
el alborozo efímero
del
contacto de tu espalda
en
la plenitud soberana
que
cimenta la esperanza
en
descubrir cada día
cómo
se estremece el alma
con
el eco de tu voz
al
despertar la mañana.
La
felicidad es vivir
según
se nos venga en gana
y
acunar el horizonte
en
el borde de mi falda.
Quiso marcharse muy lejos
para que no la encontraran
y que sus duros lamentos
no derruyeran su casa
que no hallaras sus huellas
por si acaso la buscaban
dejar sus señas de identidad
tras la puerta sepultadas
quiso borrar todo rastro,
quiso construir barreras
que de él la separaran
para olvidarse de todo
para mantenerse entera
quiso fabricar distancias
para mitigar ausencias
mordió con rabia la almohada
lamiendo el dolor del alma
para deshacer la angustia
que sin piedad la cercaba.
Al final, no se marchó,
aceptó la remontada
no cambió de teléfono,
ni se alejó de la estancia
entendió que para huir
no basta con la distancia
abrigó su corazón
con la ropa del mañana
y se quedó, donde estaba
acariciando los sueños
rodeada de recuerdos
de futuro y de esperanza.
las
ideas dan vueltas en la cabeza
como
pájaros dislocados.
Me
asaltan imágenes poderosas
que
encierran mañanas, atardeceres
vidas
de otros, lejanías.
Amores
desaparecidos,
trágicas
batallas ganadas a medias
días
de luto y encierro, de esperanza y agonía.
De
amaneceres a través de los cristales
de
silencios extendidos por el éter
Mis
múltiples yos se alternan en mi mente
tratando
de ganar la partida.
Todo
se derrumba y se construye cada día
y
cada día que pasa es una batalla ganada
en
este ahora ilógico y disparatado que
a
pesar de todo, siembra esperanza.
A
pesar de todo, a pesar de todos
la
naturaleza continua imparable su marcha.
Mis balcones se han vestido de colores
para
alegrarme el alma, saben
que
echo de menos el silencio, la montaña
los
espacios abiertos, la quietud
la calma, cuando
en el monte, a la tarde
desovilla
su esperanza, saben
que
sueño con playas azules
de
arenas blancas, que extraño
andar
por los bosques
y
bañarme desnuda en los arroyos
cual ninfa de plata
por eso mis balcones para alegrarme la cara
se han vestido de colores, púrpuras, rosas, violetas
amarillos,
granas, envueltos en el verde
verde
de hojas y plantas que se mecen
en
la brisa cuando el céfiro acompaña
y
me brindan compañía y cuando las miro
me
hablan, y me saludan alegres
cuando
baño su elegancia vestida
con
mil colores que colorean mi casa.
Mis
balcones se han puesto brillo
en
la cara y rubor en las mejillas
para
alegrarme el alma.
Reconduzco mi
esencia
hacia dónde yo quiero.
El cerebro es potente
el cuerpo retador
independiente.
Se miden en batalla diaria
aportando lo mejor de sí mismos.
A veces es conveniente
Darle caprichos
y consentimientos
Otras es el
cerebro
derrape por ensenadas
Aprieta la razón sobre la emoción
su garra de acero y marca
la distancia hacia el paraíso.
Cuantifica, razona, mide
Anula caprichos arbitrarios
dibuja con trazo preciso
el rumbo a seguir.
Acalla la estúpida incertidumbre
que pugna por asaltar las defensas.
Desvía con
atinada dirección
el distorsionado enfoque del pavor
rescata los momentos más bellos
en la pantalla del recuerdo
y enarbola en calculada complicidad
banderas de aliento.
Cuerpo y cerebro estrechando lazos
aúnan afectos.
La victoria llega
cuando ambos reposan
No necesito un zarpazo de realidad
para apreciar lo que tengo
ni que tiemble la tierra a mi alrededor
para valorar el apoyo firme.
No necesito que me sacuda la vida más veces
para enseñarme lecciones que entiendo
desde hace demasiado tiempo.
ni contemplar el dolor ajeno.
No necesito que la vida muestre la peor de sus caras
para en contraste regocijarme con la alegría.
No necesito la guerra para disfrutar de la paz.
No sé qué lección se supone que vamos a aprender
de todos es sabido que a pesar de tantas historias
que nos cuenta la Historia hambre y guerra
destrucción y muerte cabalgan hacia el olvido
sin aportar la enseñanza que deberíamos tener más
que aprendida.
quedan atrás y el hombre, una, y otra y otra y otra
vez
vuelve a tropezar en la misma piedra.