Se
me ha puesto seria el alma entre orvallo y brumas de silencio que ruedan loma
abajo manchadas por el verde del camino.
Es de atardecida cuando rola el viento de poniente estrellándose en las nubes que aplastan los sueños.
Se arrastran, mortecinos, los gritos de las niñas abandonadas a su suerte y una campana monótona llora su desconsuelo, hora tras hora, gota a gota, acompañando el duelo.
La rabia se suma al dolor y el dolor a la impotencia. Tristeza, todo es tristeza.